Leer "Ecos del Alma que fui" es como abrir un baúl donde se guardan las emociones más intensas, esas que todos llevamos a escondidas, esos secretos que a veces no sabemos nombrar ni entender. Maryangel Vargas nos entrega una poesía que es más que palabras: es un pulso, un latido que duele y consuela a la vez.

Este poemario habla de la vida vista a través del prisma de la pasión y la herida, sin miedo a mostrarse frágil o poderosa, rota o indomable. Con una voz que parece susurrar confesiones, pero también gritar verdades, Maryangel se enfrenta a la complejidad del amor y el desamor con una valentía que emociona. No es una poesía para evadir, sino para quedarse, para sentir la esquina dura del dolor y la suavidad del abrazo que sana.

Lo que más atrapa aquí es esa mezcla de ternura y filo, como quien sabe que la vida no es solo alegría ni solo tristeza, sino ambos bailando sin pedir permiso. En sus versos, la sexualidad es un territorio sagrado, luminoso y conflictivo a la vez, una exploración honesta del cuerpo y la mente cuando se enamoran y cuando se rompen.

Maryangel no juega con metáforas fáciles; su lenguaje tiene la precisión de un bisturí y la calidez del fuego. Se le siente cercana, como esa amiga que te entiende sin juzgar, que te acompaña en el caos del alma. La estructura del libro deja sentir el camino del duelo y la reconstrucción, un viaje sin atajos hacia el encuentro con uno mismo.

En definitiva, "Ecos del Alma que fui" es una obra valiente y necesaria, porque hace lo que pocas: desnuda el alma sin perder la dignidad. Maryangel Vargas se presenta como una voz joven, pero ya sólida, que sabe mirar con ojos limpios la belleza y el dolor de ser humano. Esta poesía es refugio y desafío, un abrazo para quien quiera dejar de correr y comenzar a habitar sus heridas con amor.

Una joya para lectores que buscan verdad sin disfraz, que entienden que la poesía es a veces el único lenguaje que salva. leer todo...