Disculpa si te incomodo con mi carta, tal vez no quieras leerla, pero solo quiero hacerte saber que te estoy esperando desde aquel día. No sé si aún piensas en mí, yo no he podido sacarte de mi cabeza en un solo instante. En un desafío con mi orgullo he decidido escribirte... no puedo soportar más los días de soledad que he tenido. Hoy precisamente es quince de marzo, tres meses exactos desde nuestra discusión. Tal vez tú hayas tenido la suficiente valentía para olvidarme, pero, en cuanto a mí, debo reconocer que no he podido... tampoco quiero. Desearía volver a verte, pues estoy atada a los bonitos recuerdos de los días pasados en que fuimos felices. Te envío la fotografía que nos tomamos en el monumento del violinista de nieve en la urbe de cristal, es el único recuerdo tuyo que conservo, bueno, también tengo la margarita que robaste en el jardín de la casa grande el día que caminamos hasta la catedral cerca a las afueras de la ciudad y que ambos le quitamos pétalo por pétalo y luego me los entregaste. Está marchita dentro de un libro, pero aún conserva el aroma de tus manos, lo que me hace pensar, en un ataque de mis locuras, que aún tú no me olvidas, porque siento que tu corazón vive en ella. También quiero saber cuándo vienes por el suéter que me prestaste ese mismo día, aún lo guardo en mi armario, dispuesto para cuando estés aquí... leer todo...