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Silvia Guzmán

Silvia Guzmán

@silvia.guzman

Uruguay » Montevideo » Montevideo

Silvia Guzmán

Sin Excusas

US$ 10,60

Esta novela es un testimonio fuerte, auténtico, por momentos estremecedor.
Un relato que muestra a cabalidad las peripecias que soportan en nuestra sociedad quienes menos tienen, quienes más sufren; quienes el posmodernismo actual etiqueta como ?más vulnerables?.
Escrita con frescura, con valentía, convierte en poesía o prosa literaria desde los actos más
triviales, hasta los más trascendentes que pautan el transcurrir de la vida cotidiana de una familia de pueblo. Situada en Colonia Nicolich, Canelones, Uruguay. Pero el paisaje humano que describe, tiene enorme similitud con el que viven la mayoría de rostros, núcleos, pequeñas tribus diseminados a lo largo y ancho de todo nuestro territorio Latinoamericano.
Novela que nos interpela desde las verdades más profundas que cobija el corazón, que al mismo tiempo nos llama a no bajar los brazos, a continuar soñando y apostando a cambiar por una vida mejor.
Realmente, ¡vale la pena!
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Raspando la Olla

US$ 7,20

Este tiempo ha removido los ríos profundos que estaban dentro de cada una de aquellas personas, que pese a todo el adoctrinamiento en la indiferencia y el "hace la tuya'' han vencido el plan exterminador de esta etapa del capitalismo. Se abrieron en Toledo y otros sitios cientos de ollas populares como una llamada, como un caceroleo.
Cultivando la solidaridad amorosamente, como se cuida una preciada flor o el brote débil de una albahaca.
Volvieron a sonar las cacerolas vacías. Aglomeradas, fuera de la Ley de los poderosos, cuando nos llamaron al confinamiento.
Abrazadas a los desamparados desterrados por el capital.
Haciéndole frente a las creencias y el miedo a los virus de las farmacéuticas, porque la verdadera peste es el hambre, la sed, la falta de techo y el robo de la tierra y de los sueños.
Estas páginas recogen las miserias humanas y la hermosa, enorme y persistente humanidad de las poblaciones oprimidas, reunidas en torno al fuego de una olla, gritando: No podemos ni queremos salvarnos solos.
Estos relatos son una contundente respuesta a la devastación de los vínculos humanos.
Son la rabia organizada desde abajo. Son las manos que rompen las inmundas burbujas clasistas, anunciando que es posible construir otro mundo, donde compartir sea la ética; contra los mezquinos intereses del consumo genocida de los poderosos.
Colectivos en ollas que reafirman que la solidaridad es la ternura entre los pueblos.
Tal vez compartir lo poco o mucho en el hambre y derrotarlo es obra de una revolución social que comienza por ese abrazo con olor a guiso y tortas fritas.
Una especie de desobediencia memoriosa que se asoma llamándonos a fraguar otros amaneceres.
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Los Peludos de la Contru

US$ 7,30

En casa siempre se decía: hijos de pobres serán en la vida; modistas las niñas y albañiles los varones. Discutible o no; para mí, por demás discutible; la sentencia le resultó acertada en un cincuenta por ciento. Los cuatro varones son maestros en todo lo que atañe a la construcción, en cambio las mujeres, nos desmayamos al ver una aguja con hilo.
Tardes de mate largo o fogón, deleitándome con los cuentos de mis hermanos, "los negros de la contru". Tipos rudos, desconfiados, solidarios, curtidos por el sol y por la vida. Con virtudes y defectos como todos los seres que compartimos esta casa grande llamada Planeta, pero, a los que sin lugar a ninguna duda, elijo para transitar el camino y a los que brindo mi respeto y los siento mis hermanos.
En estos relatos no todo es risa ni todo es pena. Como en la vida misma, estarán repletos de matices; pero siempre tratando de rescatar la esencia del compañerismo de los laburantes, que aunque por momentos flaquee, siempre será el altruismo el que predomine y opaque al ladrón de guante blanco que se nutre de la plusvalía y el sacrificio de "los de abajo".
Para ustedes compañeros, para los hacedores de todo, para los "naranjitas", como los llama mi madre. Los que inundan las calles a las cinco y pico de la tarde, locos de ganas de llegar a compartir un amargo con su compañera. Para los que al abrir la vianda, no pueden dejar de recordar los guisos de la vieja... allá en sus pagos, en días de frío y peladera. Para ellos, y para los que nunca llegaron porque el destino en la ruta o en la obra les jugó una mala pasada.
Para ustedes es mi trabajo, con respeto, con admiración, pues como dice Víctor Jara:
EL HOMBRE ES UN CREADOR.
¡SALUD, COMPAÑEROS!
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