Azul Limpio y Soberano
la ciudad respirara advertencia. Leonel Flores siempre había asociado ese color con dos cosas: peligro... y policía. Desde chico veía a su padre volver con el uniforme arrugado y el cansancio metido en los ojos, y pensaba que no había nada más grande que vestir ese azul. El Sargento Flores no era un héroe perfecto, pero era algo incluso más difícil: era decente. Esa noche de 2007, Leonel ya no era el nene que miraba desde la ventana. Era agente de la Policía Federal. Y estaba a punto de confirmar lo que nadie le había dicho en la Escuela: que el peligro a veces venía desde el mismo lado del uniforme. La radio chispeó dentro de la comisaría. Afuera, el cielo parecía haberse quedado sin estrellas. Adentro, entre expedientes marcados y mates fríos, algo olía mal desde hacía rato. No era sudor. No era humedad. Era otra cosa. Era plata. Leonel lo sentía en el aire mientras caminaba por el pasillo hacia el despacho del comisario Lugo. No llevaba tanto tiempo ahí, pero ya había visto demasiado: detenidos que desaparecían del libro de guardia, patrulleros que "no funcionaban" justo cuando convenía, teléfonos que sonaban solo después de que sonaba otro teléfono primero. leer todo...