Jacqueline Sellan Bodin
Nací en el sur de Chile,entre la escarcha y las cumbres nevadas. Era el año 1957, casi para navidad, y desde ese momento me he nutrido de palabras. Mi abuela había emigrado desde Francia en los años difíciles de la posguerra, con lo puesto, sus tres hijos, (entre ellos mi madre, de 18 años) y tres baúles de libros. El amor a los libros me llevó a escribir... creo. O tal vez, no.Tal vez lo traía ya en la sangre contadora de mi padre libanés. Lo cierto es que desde mi más remota memoria me contaba historias o completaba las que me contaban, en la soledad de mi imaginación. Ahora vivo en México, desde el 2013.
Mariposas Feroces
US$ 13,10 es suficiente para helar en él cualquier intento de acercamiento. Es una mirada que dice ?ten cuidado, más te vale guardar las distancias.? Así lo entendió él aunque no pudo ver la forma como apretaba en su puño la diminuta navaja de resorte.
No, no tendría miedo nunca más. leer todo...
Cuentos escritos bajo la lluvia
US$ 10,70 que ver con vivencias mías o ajenas, pero donde, rayando lo imaginario, no pierde pie la realidad.
Cada uno de ellos ha sido bellamente ilustrado por Natalia H. Sellan.
Espero que disfruten al leerlos tanto como he disfrutado yo al escribirlos. leer todo...
Almas de pez
US$ 8,80 ¿Es que nunca dejarán de soplar
estos áridos vientos?
Un reloj que bate sus horas al vacío,
un corazón pegado a las paredes,
y las hojas del pensamiento
barridas por la tormenta.
¿Nada abrirá los ojos ciegos?
¿Ninguna luz anidará
entre estas ruinosas escamas?
Almas de pez tienen los hombres,
almas de pez o de esponja,
o de pulpos,
o de mariscos muertos abiertos
en la playa.
El vidrio empañado
US$ 13,50 mecanismo materno que acababa de abandonar, ese sonido de marejada, de temporal, de lluvias deslizándose entre capas de aire.
La bisabuela se mecía con los ojos fijos en un punto indefinido situado entre ella y la pared de la sala, un punto donde tal vez estaban ocurriendo cosas que sólo eran perceptibles para ella, esa mirada malévola que asoma a los ojos de algunos viejos a los que el odio acumulado a lo largo de la vida, hecho de todas las frustraciones y las iras impotentes, se les desboca en las últimas miradas, apresurado por salir a flote antes que sea demasiado tarde, y muera, junto con las demás cosas que mueren con la muerte.
Pero Margarita no precisó del tiempo para forjar su odio.
Nació con él, desde su más remota memoria la enemistad de los alados lagartos latía en sus venas.
El vaivén, vaivén, va i ven de la mecedora adormece sus dragones en una especie de éxtasis morboso. Sus fláccidas entrañas ya sólo responden, aunque de un modo vago y casi imperceptible, a ese balanceo constante, a esa sensación similar al mareo, enajenante.
En su rostro, a la vez ausente y atento a misteriosos mecanismos interiores, sus ojos se mantienen fijos en ese punto en el espacio, concentrado todo su cuerpo en no dejar escapar ni una brizna de ese símil del placer, de esos despojos de sensualidad que la inundan mientras el crujido tic ? tic de la mecedora, atraviesa los intersticios entre las tablas y le llegan a la bisnieta que acaba de nacer en la pieza contigua. leer todo...
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